lunes, 6 de octubre de 2014

CLÁSICO AMOR CLÁSICO ODIO


De las cosas más hermosas del futbol y de casi todos los deportes está la facultad de amar y odiar, de alabar y repudiar, de alentar y reprobar. El amor y el odio se conjugan de hermosa manera para crear una afición,y creo que es necesario identificarla para poder disfrutar al límite casi cualquier deporte. Amor y odio suelen vivir y potencializarse en los clásicos. Es el momento cumbre del sentimiento deportivo ante el equipo predilecto y el equipo odiado.

Me encanta ver los "clásicos" del deporte, en otras partes los llaman "derbis"; como sea estos encuentros son únicos y atractivos porque día a día siguen construyendo las mejores historias del deporte. Sin duda sería difícil que cualquier liga deportiva del mundo pueda sobrevivir de manera exitosa sin la existencias de estos duelos tan exquisitos tanto deportiva como socialmente. Así entonces no imaginamos la liga española sin el Real Madrid vs Barcelona, o en Argentina el Boca vs River Plate y así otros cientos de enfrentamientos que cada fin de semana regocijan al mundo y avivan las ligas.
La mayoría de los clásicos tienen su fundamento en la cuestión regional, es decir, por el lugar o la ciudad a la que pertenece, a otros más los enfrenta las sumas de éxito, otros tantos por sucesos extraordinarios extracancha que hacen explotar las rivalidades. De esta manera la rivalidad encuentra su mejor lugar en estos duelos que se sobrellevan a muerte y que para los más infectados afecta no solo su experiencia aficionada, sino su vida misma y su relación con el entorno social.

En los clásicos no hay tregua, no se debe alabar ningún aspecto del rival, no se deben mostrar honores por los rivales, es una oportunidad perfecta para pelear con el alma y defender con la razón en el deporte. En los clásicos se puede llorar a favor y en contra, las lágrimas se pueden convertir en fragmentos de granadas agresivas que acarrean las derrotas con el odiado rival. En los clásicos se debe odiar con cada centímetro del cuerpo y de la razón. 

En estas nuevas épocas de deporte exhibido, donde la prensa insiste en crear deportistas perfectos y quitarles los errores humanos para convertirles en poetas de las buenas costumbres y ejemplares personajes de Plaza Sésamo, hoy, la prensa y las instituciones quieren reducir este odio deportivo a batallas de buenos modales propias del manual de Carreño. Todo esto a consecuencia de quienes de manera patológica llevaron a los extremos este odio y le dieron forma de violencia. Es comprehensible que se quiera erradicar la violencia, sin embargo debe persistir el odio deportivo. Los rivales no estamos para estrechar manos más que para iniciar el encuentro, debemos seguir viviendo al máximo este odio y este amor, el futbol y el deporte necesitan de esta parte del mismo para seguir siendo lo más hermoso del mundo.

Aprovecho para reprobar el homenaje de los Red Sox a Derek Jeter de los Yankees hace unos días. No pongo en tela de juicio el talento del ahora mítico pelotero, sin embargo repruebo tajántemente que el odiado rival le haya regalado el Femway Park para un tributo más. El respeto a su carrera es suficiente, pero llevarlo a tal grado es justamente por lo que los clásicos no deben de caer jamás. ¿O imaginan a Lionel Messi siendo tributado en el Santiago Bernabeu? ¿O a Wayne Rooney en la casa del City?

Amo ver los clásicos, amo ganar los clásicos, amo tener que odiar durante noventa minutos un pocos más, solo un poco más.

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