jueves, 14 de agosto de 2014

EL MOMENTO DEL AMOR A TU EQUIPO


Mi padre es de Veracruz, mi madre del DF y nunca le ha interesado el futbol profesional. Mi padre estudió en la UNAM y sentía simpatía por los Pumas, mi madre no sabía casi ni quien jugaba realmente.

Comienzo con estas declaraciones debido a que son razón suficiente para que yo casi casi naciera sin equipo a quien apoyar, ya que durante largos años y charlas he descubierto que mucho del amor por un equipo cae dentro de la herencia y el amor familiar y me parece inobjetable y comprensible. Así el amor del abuelo por el equipo, descendió al padre y este al nieto y así seguirá sucediendo a menos que existan los bellos accidentes y momentos de amor que tiene el futbol y casi todos los deportes.

Igual que en el amor, igual que ese chispazo y amor a primera vista que le llaman algunos, cuando te sudan las manos y se te sume el estómago, cuando las piernas se quiebran y se respira agitado, así se inicia el amor a la camiseta. 

Algunos lo sienten a temprana edad, otros se guardan ese bello día para más tarde, no importa el tiempo que pase, el momento en el que llegue sentirás el amor al equipo entrando a tu corazón y albergándose para siempre y a pesar de cualquier circunstancia una vez inyectado a tu cuerpo jamás podrá salir y no podrás mentirte, no podrás jamás pensar que estas equivocado, y una belleza cósmica se apoderará de ti cada que la pelota cruce la línea del marco contrario, cada que veas a los once de tus colores saltar a la cancha, conocerás el sabor agrio de las lágrimas futboleras, sentirás entonces la plenitud de amar a tu equipo de futbol.

Conozco historias de todo tipo, momentos en que la circunstancia te mató, te sedujo y te llevó al amor infinito. Los hay comunes y no por ello menos hermosos, los campeonatos, los triunfos, las presencias dentro de las tribunas. Los momentos familiares que enlazan; de hecho considero que aun esos amores de herencia y de cariño por un equipo de abuelo a padre y este a hijo, necesitan de ese momento en algún instante de la vida que hace oficial ese amor. O totalmente el opuesto, aquellos que amaron durante años el equipo de papá y a escondidas empezaron a entender que era aquel otro equipo el que los seducía, y tal cual, salir del closet futbolero fue el momento de valor donde enfrentaron a su padre y declararon el amor al equipo contrario. 

Mi caso tiene que ver con un accidente, y una consecuencia. El accidente ocurrió un fin de semana circulando por la avenida López Mateos en el auto de papá, cuando yo, el primogénito viré a mi izquierda y vi a muchos niños persiguiendo una pelota y me apuré a pedir a papá que detuviese el auto. Mi padre lo hizo y así fue que ingresé al Atlas que entonces tenía una filial en esa zona cercana a Plaza del sol. Si esas canchas hubieran sido chivas o U de G o que se yo, tal vez hoy seguiría otro camino.

Descubrí que tenía habilidades para el mentado deporte, me destaqué en las ligas inferiores casi de inmediato, mi padre y yo encontramos en el futbol el camino perfecto para ser amigos. Él se convirtió en técnico y yo le aprendí muchísimo y lo odié muchísimo. Sus gritos correctivos eran mi peor pesadilla pero su cariño y enseñanza paciencia y repetición mi mayor gloria. Sin embargo la unión era familiar, el amor a la camiseta estaba más en mis ganas, y mis compañeros que en la gloriosa camiseta. Atlas en los ochentas lo perdía todo por supuesto, no había algo que me llenara del todo. Mi jugador favorito no jugaba ni siquiera en Atlas sino en Pumas (Manuel Negrete)
Y entonces prácticamente a mis casi diez años, entrenando en Atlas Colomos los vi. A pocos metros de mi vi al primer equipo salir a entrenar justo a la cancha que en ese momento nosotros desocupábamos. Enfundados en los colores que yo portaba los vi reir y pelotear como nosotros lo hacíamos también. Recuerdo al chícharo, a Luis Flores, a Trejo a Dallalivera, y al final venía en la línea de jugadores Robert Dante Siboldi, y el uruguayo arquero empezó a patear con nosotros el balón. Todos sonreíamos y pateábamos el balón con los profesionales y mis piernas no podían con la emoción. 

Cuando bajé la escalinata para abandonar la cancha uno de colomos estaba más que decidido, yo sería siempre rojinegro, las dudas se disiparon después al sentir cada vez con más fuerzas ese cariño. En las infantiles lo gané todo con el Atlas y el enamoramiento absoluto. Ser niño en Guadalajara en la época de los ochenta, donde todos tus vecinos y amigos le iban a las chivas, y en la televisión el América lo dominaba todo, y aun así escoger al equipo que entonces lo perdía todo...

Comprendo que cada quien tiene su equipo y su historia, no es mi intención seducir a ninguno, o cuestionar a otro. La única regla de oro en la vida del apasionado futbolero... Nunca, nunca, cambies de equipo.

Feliz cumpleaños a mi Atlas

1 comentario:

  1. Me encanta leerte... :3

    ¡Mierda!, tenemos que hacer la entrevista para el programa sí o sí.

    Abrazote desde el DF.

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