miércoles, 16 de julio de 2014

¿PORQUÉ NO LLORAS MESSI?


A los 11 años jugando para Tarahumaras en la liga interclubes de Guadalajara fallé un penal que marcó mi vida para siempre. Mis lágrimas fueron incontenibles hasta unos días después en silencio. El dolor de la derrota de lo que yo más amaba: "el futbol" no tenía fin dentro de mi corazón y mi resistencia. A través de los años cada que observó algún jugador de futbol quebrarse en llanto pienso por lo que están pasando porque yo lo viví y es insoportable, imposible de digerir jamás en tu vida, siempre quedará ese hueco, ese hubiera, ese pequeño paso, esa gambeta de más, ese error de colocación, ese maldito travesaño cimbrando.

Este domingo me conmoví nuevamente al ver al "fideo" Di María con los ojos mojados, llenos de pena, de futbol y de impotencia. El Kun Agüero echo pedazos, Rojo inconsolable, y así cada uno de los albicelestes. Al capitán sin gafete Mascherano, particularmente le vi como yo me vi aquel día pegado a mi padre envuelto en lágrimas pegado a su pecho. Mascherano buscaba aquí y allá consuelo, en el pecho de Lavezzi, el de otro más, buscando un sitio... Le vi después en la zona mixta con los ojos tan rojos por el llanto y así a todos los argentinos que sufren el deporte. Y a Messi, a Messi no le vi llorar.

¿Porqué no lloró Messi? Si todos los argentinos lloraron la angustia y la pena, ¿porqué el capitán, el elegido, el de la gran responsabilidad no lloró? Caminó las escaleras con frialdad a recoger su balón de oro, y disimuló perfecto una molestia. No apretó los dientes, no buscaba respuestas, no había lágrimas, no se veía fluir la sangre del ídolo mundial. ¿Dónde están tus lágrimas Messi? Michael Jordan lloró cada campeonato y cada derrota, Maradona era un niño en Italia 90 haciendo pucheros al mundo, desconsolado. Cristiano Ronaldo se quebró en llanto hace unos meses cuando por fin pudo vencer a Messi. Neymar llora solo de escuchar el himno de su patria... ¿porqué Messi no llora?

Las comparaciones entre dos monstruos argentinos no tienen límite, Maradona y Messi pugnan en los diarios y las charlas de café y de cerveza por ocupar el lugar del elegido. Casi todos coinciden en que Messi necesita una copa del mundo para poder llegar a ocupar el lugar del elegido. Pero yo difiero. Este domingo pasado descubrí que Messi nunca podrá ser igual que Maradona por la sencilla razón de que el Rosarino por alguna razón no siente la pasión del deporte como los demás la sienten, la sentimos.

Messi es feliz jugando, se apasiona al máximo por el deporte y por sus resultados, Messi es el mejor del mundo hoy en día con la pelota en los pies. Los contrarios le mandan de dos o de tres enfrente para detenerlo y aun así Messi se las arregla para resolver el problema. De una u otra manera Messi encuentra la salida a cada gambeta o pared, o marca. Sin embargo, hay una salida que Messi no puede encontrar aun, y es la de su propia cabeza. Messi no disfruta el juego afuera de la cancha, no sufre los partidos fuera de la cancha, me atrevo a decir que ni los millones que tiene producto de su juego pueda disfrutar de verdad. Messi nunca llorará un penal, una derrota, un palo... Messi solo observará hacia arriba en silencio.

Alguna vez leí una nota de una posible forma de autismo en Messi y no me gustaría en absoluto limitar a las personas que padecen lo mismo como para ser los mejores del mundo en algo. Muchos coinciden que los verdaderos genios suelen tener este tipo de alteraciones o refugios. Por otro lado, creo firmemente que ese pequeño tema puede evitar el gran logro de Messi sobre Maradona y sobre cualquiera. 

Messi puede aun ganar un mundial, o dos, y si es así será porque el tipo es un genio con los pies, y si es así, será porque el equipo completo se habrá brindado al máximo. A la vida futbolística de Messi aun le faltan varias decenas de trofeos porque el pequeño jugador es una maravilla. Sin embargo, para cruzar los límites y ser el nuevo Maradona, deberá aprender a amar y a llorar el futbol, a sentir la derrota como la tragedia más escandalosa, a quebrarse en los micrófonos, a gritar, a patear el balón lejos de impotencia, a llorar y tirar pucheros enfrente de la cámara como un caballero que siente la pena pero no quita el pecho, mientras tanto el mundo del futbol disfruta del juego del Rosarino y él de llevarla de aquí hacia allá, sin mostrar emociones, solo goles.



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