jueves, 9 de julio de 2015

UN SONIDO SATÁNICO DE EXPORTACIÓN




Una noche empezaron a sonar los bajos cumbieros de en un bar de esos que nunca voy pero que la marea me llevó. Al fondo del salón se refugiaban dos tipos tras sus computadoras y mezclaban las canciones a un ritmo de locura irracional lógica. De pronto apareció el merolico, el extravagante, el raro, el diferente y empezó a darle sentido a las mezclas y a mi manera de entender el show. Un presentador, un loco, un poeta callejero y sucio, mundano y prolijo en su retórica, sexual y contundente, una voz acuchillante que servía de aderezo picante a esa cumbia que flotaba en aquel bar. Era el Sonido Satanás lo que escuchaba.

Las cosas no suceden por añadidura; conocí la historia del Sonido Satanás y su gente trabajando con ellos y entiendo que el gusto por el Kitch y el entendimiento real de la vida nocturna tienen un solo desafío y es la creatividad de estos cinco personajes, y digo cinco porque tras ellos existe otro baluarte en la mística y el desarrollo de un fenómeno. Estos cinco granujas son tan distintos entre ellos pero los mantiene un común denominador tajante que es la fiesta, el baile y la poesía nocturna y el valor imaginativo. Pareciera que habitaran las calles de Guadalajara desde 1900.

Soy de los que creen que ya bailé lo que tenía que bailar, casi ya nunca bailo y soy de piernas huevonas y mano pesada para triturar mis nalgas toda la noche mientras veo a la gente bailar. Aún así disfruto de la algarabía popular y del sancocho de pistas de baile, aun así me recrea el ojo el sudor y las sonrisas del baile ajeno y sobre todo cuando se trata de cumbia y cadera ardiente que quema la duela, aun más si le cernimos locura y poesía a la pista.

Las mezclas de Pinpon y Newman tienen años rodando aquí y allá, por monedas, por refrescos, por tamales o por el simple gusto de hacer bailar y romper a la gente que brinda por cada noche. Ellos junto a otros tantos sonideros se encargan de darle sabor y tum, tum, tum, tum a los bares tapatíos y zapopanos. Cargan con la tremenda loza ardiente de ser Djs y lidiar con ello con los incógnitos ebrios de bar, o con las chicas expertas en saber que canción sigue como si ellos fuesen solo reproductores portátiles con pies y manos y que hacen caca.

La variante magnífica del Sonido Satanás como con otros sonideros desde mi punto de vista, tiene que ver con la magia del momento evocada por la poesía arrabal y sexual de Groncho combinada con una buena selección de temas propios y sancochados, y la inocencia satánica de Ricardo quien en silencio y escondido tras un descomunal bigote rompe las reglas de la pista. Desde mi punto de vista es una armonía cuasi perfecta de un retrato social mexicano y su cultura underground de asfalto y cabaret. 

Este retrato cultural ya tuvo un premio satánico y los llevó a pisar tierras europeas. Suena tan estupendo como lo que es. Muchos proyectos tapatíos han cruzado el charco pero pocos con semejante alcurnia y fluidez. Y a mi por lo menos me llena demasiado saber que estos muchachos que radican en su mayoría en Santa Tere, o por lo menos ahí aterrizan su satánico saborío, hayan demostrado al viejo continente la alegría de nuestro sentir y la locura de nuestro vivir.

Hoy en día los sonideros abundan por aquí y por allá, siendo los más arriesgados y los más elocuentes quienes alcanzan a distinguir. El camino del Sonido Satanás tiene miles de horas de sudor y baile y borrachera empedernida, litros de cerveza derramada, mezcal afrodisíaco, y noches y madrugadas acumuladas entre cables y computadoras y micrófonos enmielados de fiesta y sudor nocturno. Esta armonía de fiesta e ideas, de sueños y de un inmenso amor a Santa Tere los llevó ya a cruzar el charco a Europa y a calentar las pistas de nuestro país. 

El Sonido Satanás es un puñado de cultura nocturna tapatía en las cabezas y sangre de cinco tipos tan distintos y al mismo tiempo muy afines. Es la radiografía de la noche y la expresión de los que callan y solo sudan en la pista de baile. El Sonido Satanás es una invitación a la locura y la perdición entre alcohol y ese zumbar constante de los zapatos rechinando al suelo y la poesía y la demencia comunal. Enhorabuena a los embajadores de nuestra fiesta en el mundo! 

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