lunes, 17 de noviembre de 2014

HABLANDO DE ÍDOLOS Y DECEPCIONES



Abril de 1994, mi primer ídolo juvenil tomó una escopeta y se arrancó la vida y con ella vulneró mi adolescencia y mis ideales, hizo añicos el Teen Spirit, volvimos a oler a ser humanos los jóvenes de aquella generación. Aun así le seguí rindiendo honor y me empapé aun más de su ideología que ahora más bien parecía absurda, sin embargo con los dientes afilados defendí el nombre de mi héroe Cobain. La aferración de mi sentir por una imagen ejemplar siguió y sigue viva, el hombre necesita de modelos para sostenerse, el hombre necesita ídolos, la música necesita de líderes.

Los ídolos se están cayendo a pedazos, la prensa extrema que irrumpe hasta los más íntimos resquicios de las vidas y la intimidad desnudan y condenan, aburren y hostigan. Los ídolos cada vez son más humanos, y aunque nunca dejaron de serlo ahora viven en una constante espiral de críticas y entornos absurdos que se empeñan en canonizar a todo aquel que sube a la tarima con éxito. Los ídolos deportivos y artísticos de hoy se hacen cada vez de más carne y más hueso. Los ídolos se están extinguiendo.

Esa absurda necesidad de la humanidad de evidenciarlo todo, de exponer las vidas comunes y complicadas a través de exponenciales cámaras y redes, han logrado hacer a nuestros ídolos en gente tan común y normal como los somos todos. Así entonces las decepciones son cada vez más continuas y las similitudes más intensas y claras. Hoy los músicos y atletas, los actores y políticos no solo deben ser talentosos en sus profesiones, no solo deben sobresalir y ser competitivos, no solo deben ser originales y agresivos. Hoy además deben ser necesariamente perfectos como seres humanos.

De esta manera, se convierten en antihéroes de manera inmediata, al no saludar a un fan, al salir de casa a tal o cual hora de la mañana, al beber de tal manera, jugar, coger, fumar, pensar, hablar, opinar y mil actividades más que hiciesen de manera deficiente de acuerdo a los nuevos fundamentos y juicios humanos de las redes sociales. Las malas decisiones en cuestión de segundos son capaces de destruir y asesinar carreras e ideologías.

Aun así hay ídolos que olvidan que tienen en sus manos la ideología de miles de personas y jóvenes que les siguen y les han entregado su confianza, cariño y sobretodo identificación dentro de un grupo específico. La coherencia y la congruencia deben estar siempre presentes y aplicarse en sus vidas dentro y fuera de las cámaras para poder ser siempre justamente un ídolo de multitudes que agregue valor a los que lo siguen.

Entonces quienes seguimos a Maradona no deberíamos de inventarnos pretextos para seguirlo admirando, por eso los que seguimos a Fat Mike como ícono punk no deberíamos estar buscando respuestas acerca de sus estúpidos desplantes. Justamente por eso bandas de rock que pregonan justicia para el pueblo no deben practicar la opulencia y los desplantes contra quienes se identifican con sus sentencias dentro de las canciones.

Es una pena que muchos de los ídolos conviertan sus posiciones envidiables en asquerosas profesiones centaveras y usureras de odio. Los ídolos podrían considerarse como un mal para subdesarrollados, yo creo que en muchas ocasiones en ellos recaen las ideologías de las sociedades contemporáneas y mucho depende en ellos el agregar valor o trazar decepción.

El peso de las palabras y las acciones son más que cualquier cosa, la inteligencia para ser coherente pocos sabrán mantenerla.

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