Las instrucciones eran muy claras en las cartulinas que cubrían cada asiento del estadio Jalisco, levanta la cartulina al inicio del juego para formar el enorme mosaico rojinegro, después se leía: "vuelve a levantarlas cuando el equipo anote". Y así dio inicio el partido de cuartos de final, con un marco inmejorable, con un color fascinante, con un sueño de triunfo y de gloria, con las manos hambrientas de goles y gargantas refrescándose de cebada.
El primer tiempo fue casi tan asqueroso como el segundo, el equipo desde el inicio salió a pasearse y contonearse para el respetable sin ninguna intención clara de campeonar. La tribuna se enfrió en segundos, la algarabía inicial se empezó a interrumpir en suspiros y desvíos mentales. Después cayó el gol de Monterrey de penal, ante un regalo del sobrevalorado defensor Venegas, ese Venegas que prometió encuerarse en la Minerva, ese Venegas que no sabe que la Minerva es el sitio del rival odiado, ese Venegas que dio dos penales y regaló avenidas a los extremos regios, ese Venegas que debe marcharse hoy mismo de la ciudad y no volver nunca.
Y entonces llegó la frialdad del medio tiempo y el estadio se convirtió en una broma, todos al unísono iniciamos la tragedia en común, la gente se distrajo de más y se perdió en una parsimonia y en un valemadrismo generalizado, la gente sin más empezó a jugar a los avioncitos...
Y así, uno a uno fueron cayendo en forma de avioncitos los cartones que debíamos lanzar cuando el equipo anotara el gol que nos diera la serie, uno a uno cada aficionado lanzaba su cartón de gol, uno a uno cada cartón en forma de avión decía: "me importa un carajo, hemos decidido que no anotaremos gol esta noche". Con coraje los vi reír a carcajadas lanzar sus ridículos avioncitos, probando su habilidad para hacerlos veloces y duraderos, mofándose de los menos bien elaborados, una fiesta de gente que no le importaba el futbol y el equipo realmente, fueron felices con sus avioncitos, cartones que eran los goles que la misma afición renunciaba.
Y en la cancha no hubo gran diferencia, el corredor izquierdo se vistió de rayas azules y blancas y con un spring casi lento llegaron a nuestra meta y se burlaron de nuestro "rollinga" portero y se acabó todo, incluso los avioncitos, ya no había más avioncitos que largar. Se acabó de tajo la ilusión, la gente entendió hasta entonces que estaban jugando cuartos de final, aun así, el estadio continuó frío como el accionar de los jugadores, nada más pasó en la cancha.
La porra al final entonó el tradicional "te amo, te amo" ese que emula a Joan Sebastian, y no duró menos de un coro, nadie lo siguió, nadie amaba, pareciera que este domingo nunca supo a sábado por la noche, parecía que los invitados solo iban por el recuerdo social, por la foto del caralibro, por hacer check in en el coloso de la calzada. Todo finalizó con una silbatina terrible que les debió atragantar sus gargantas oportunistas.
Afuera fue peor, hasta ayer habíamos demostrado civismo a pesar de todo, pero ayer nos quisimos destacar como el vecino odiado y reventamos a golpes a policías, aficionados regios, a nosotros mismos y de paso le jodimos la noche a los comerciantes que afuera esperaban saldar sus cuentas y su inversión. Comprendo la frustración de muchos, no justifico esa violencia desmedida. No me asusto, creo que irremediablemente es parte del juego, las barras y porras eternamente y en todo el mundo están hechas para alentar y amar pero también para odiar y pelear, lo se, lo entiendo. Sin embargo lo de ayer fue una turba estúpida que el Atlas no necesitaba, que Monterrey no necesitaba, que el país no necesitaba.
Hoy seguramente la atención se irá hacia Tomás Boy. Concuerdo con que el estratega es parte del problema total, pero no el único responsable. Esta vez perdimos todos al unísono, esta vez DT, jugadores, afición y todos perdimos, pero ganamos en la papiroflexia.
Ayer fui a la cancha a ver goles de mi equipo y recibí avioncitos de un público que no merece los colores, ayer fui a la cancha a ver a mi equipo ganar o morir en la raya y solo me lleve la imagen de Venegas encuerado en la Minerva, ayer fui a la cancha a ver el estadio lleno gritar y alentar y solo vi más avioncitos, ayer fui a la cancha a comer mis tradicionales tacos y solo obtuve a un tipejo amenazándome con un filero entre la turba de engreídos.
Con un país tan hecho mierda, ayer comprendí que la enfermedad llego a la cancha...
Todo menos el fútbol :(
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